En la década del sesenta el ánimo de Guerra Fría se tornó álgido en el país. El auge de la izquierda en Chile y la Revolución Cubana fue percibido como una amenaza inminente para la derecha política. En este contexto, mujeres del sector se alinearon en 1963 con una movilización propia para frenar el avance del comunismo: la Acción de Mujeres de Chile (AMCh). Entre sus acciones se encontraba la promoción de la candidatura de Eduardo Frei Montalva, líder de la Democracia Cristiana. Además, la AMCh desarrolló un papel fundamental en la Campaña del Terror, operación publicitaria anticomunista de los Estados Unidos que, apoyándose en políticos chilenos de derecha y de la Democracia Cristiana, apuntaba a asegurar el triunfo de Frei por sobre Salvador Allende.
La movilización de mujeres de derecha se reactivó en la campaña electoral de 1970 por diversas razones. Por un lado la derecha se había desilusionado de la Democracia Cristiana y se negaron a apoyarla nuevamente, en tanto que las mujeres de derecha sintieron en especial la Reforma Agraria y las más devotas se distanciaron de la Iglesia Católica por respaldar las expropiaciones. Por estas razones, se movilizaron a favor del candidato de derecha, Jorge Alessandri, mas a su pesar triunfó la Unidad Popular. De inmediato protestaron para que el parlamento rehusase a corroborar a Allende en el poder. El 19 de septiembre de 1970 llegaron a congregarse cerca de tres mil personas, donde se estaba desarrollando la tradicional parada militar de fiestas patrias, para protestar en contra de Allende.
El 2 de diciembre de 1971, las opositoras del gobierno volvieron a congregarse y caminaron por el centro de la capital golpeando ollas. Esa fue la llamada Marcha de las Cacerolas Vacías, la más recordada de las manifestaciones de mujeres de derecha. La experiencia se replicó en varias ciudades del país y se reiteró en numerosas ocasiones. Su éxito mediático y masividad alentó a sus líderes a formar el movimiento Poder Femenino. A él se sumaron democratacristianas y mujeres que nunca habían participado en política y reunió a todas las clases sociales. El movimiento desde su inicio se presentó como apolítico e integrador, apelando a la identidad de género para legitimarse. Sostuvieron que formaban una oposición complementaria a los hombres, porque ellas luchaban contra el marxismo desde su condición de madres y dueñas de casa. Poder Femenino manifestó su repudio al gobierno allendista en radios, escritos y protestas callejeras.
La organización siempre sostuvo poseer total autonomía frente a los partidos, sin embargo, aquello queda en entredicho por los estrechos lazos que las dirigentes mantenían con ellos. La derecha valoró las manifestaciones femeninas como una de las mejores estrategias desestabilizadoras del régimen. En efecto, fomentaron la animadversión contra el gobierno, preconizando la conveniencia de un golpe militar que finalmente ocurrió el 11 de septiembre de 1973.
La intervención política que cursaron es recordada por sus protagonistas como una proeza al tratarse de una lucha netamente femenina. En lo sucesivo, el régimen militar del general Augusto Pinochet enalteció continuamente el movimiento, reforzando la idea del espíritu maternal que lo impulsó. Por su parte, las mujeres de derecha se convirtieron en adherentes del régimen y partícipes activas de la dictadura a través de voluntariados que ejercían en Centros de Madres. En ellos respaldaban al sistema y se aproximaban a los hogares pobres para inculcar la adhesión al gobierno y controlar la oposición que aspiraba a la democracia.
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